Lo Que He Visto Y He Oído (11 Noviembre 2011)
Published noviembre 11, 2011 | Available In English
Por mucho tiempo, el mes de noviembre se ha vinculado con las oraciones incesantes de la Iglesia por nuestros queridos fieles difuntos, nuestros propios familiares y amigos fallecidos quienes nos “han precedido con el signo de la fe.” Todos tenemos recuerdos de algún difunto querido que mantenemos en nuestros corazones. Oramos seriamente por nuestros queridos fallecidos y mantenemos su memoria cerca de nuestro corazón.
Para muchos de nosotros, visitar un cementerio es una tradición para expresar amor por aquellos quienes han llenado nuestras vidas con afecto y cariño. Sin embargo, nos hemos vuelto un pueblo móvil a través del último siglo y ahora Atlanta está poblado con miles de personas quienes se han mudado de otras regiones de este país y de otros países. Para muchos, ya no es posible visitar las tumbas de sus seres queridos hoy en día como lo hubieran hecho o como lo quisieran hacer. Pero aun buscamos maneras de recordar a nuestros familiares y amigos difuntos.
El dolor es una emoción muy humana y espiritual porque es una expresión del amor residual que tenemos por aquellos quienes nos han precedido. Tal vez muchas familias tengan parcelas en un cementerio en la ciudad de donde se han mudado y que no pueden visitar tan frecuentemente como quisieran por la lejanía.
Las tradiciones funerarias han evolucionado a través de los años y ahora la incineración es una costumbre más común entre los católicos. Antes, la Iglesia denunciaba y prohibía la incineración de católicos en los Estados Unidos porque en esos tiempos, la incineración se consideraba una expresión de creencias y actitudes anti-católicas. La incineración ha sido una costumbre tradicional en otros lugares en donde la tierra es escaza y en donde no se identifica como anti-católica.
La Iglesia aun prefiere la costumbre tradicional de enterrar el cuerpo humano pero ahora permite la incineración como otra manera aceptable de disponer de los restos humanos. Permanece la pregunta de cómo cuidar adecuadamente a los restos incinerados. Las enseñanzas católicas insisten que aun los restos incinerados deben ser tratados con la dignidad que se merecen como reliquias de una persona humana quien ha sido consagrada por los Sacramentos y espera la realización de vida en la resurrección de los difuntos que todos anticipamos y prevemos en Cristo.
Algunos de nuestros sacerdotes me han avisado que a veces los restos incinerados de una persona no se han dispuesto de manera apropiada. A veces la gente se demora en buscar un repositorio adecuado para restos incinerados como un nicho en un columbario, enterramiento en un lugar seguro y sagrado dentro de un cementerio, o en un jardín conmemorativo diseñado específicamente para el reposo de los restos. También hay quienes se quedan con ellos en casa mientras deciden en donde permanecerán los restos. Otros dividen las cenizas entre familiares o riegan las cenizas en un jardín, e incluso otros han perdido las cenizas. Obviamente, la Iglesia no sanciona estas opciones desde que no respetan la dignidad e integridad del cuerpo humano, incluso los restos de un cuerpo humano que se ha incinerado. Tal vez hemos leído historias de la pérdida o el robo de los restos incinerados de una persona o del trato de los restos humanos como si solo fueran el residuo de la persona. Estos casos no están de acuerdo con nuestra fe en la resurrección de los difuntos y nuestro destino de vivir algún día con Dios y los santos en el paraíso.
El monasterio trapense en Conyers ha desarrollado una opción de entierro cristiano en un cementerio respetuoso al medio ambiente en donde los cuerpos de los fieles pueden ser enterrados de manera sencilla y ecológica para que los restos se mezclen rápidamente con los elementos de la naturaleza y no alteren el equilibrio delicado de la naturaleza. Los restos incinerados también se pueden enterrar en el cementerio monástico.
La Oficina de Culto Divino de la Arquidiócesis publicó un folleto con directrices sobre prácticas católicas de entierro llamado “Creemos en la Resurrección de los Muertos” que se puede encontrar en la página web de la Arquidiócesis www.archatl.com/offices/odw.
Todos los cementerios son lugares sagrados. Aun en una sociedad secular como la nuestra, respetamos el Cementerio Nacional en Arlington como un lugar federal santificado y muchos de nosotros nos ofendimos al saber que aquellos responsables de presidir sobre los entierros de nuestros héroes militares habían perdido archivos y tal vez enterrado a los difuntos en tumbas incorrectas. Aun aquellos quienes no profesan ninguna fe en particular se paran en silencio frente a la Tumba de los Desconocidos. Debemos cuidar a los restos de nuestros seres queridos con respeto y dignidad y porque somos católicos también lo debemos hacer con una fe profunda en la resurrección de los difuntos.