Viaje Jornada Mundial De La Juventud
By BISHOP LUIS R. ZARAMA, Commentary | Published septiembre 1, 2011 | Available In English
No fui preparado o predispuesto para lo que es participar en un evento como estos, solo esperava vivirlo.
Que viví? Que encontré? Que disfrute?
El llegar a Madrid y estar en esta ciudad bellísima, con calles y avenidas amplias y limpias, con gente acogedora y amable, es una experiencia por sí sola.
Camine muchísimo por Madrid durante esa semana de la JMJ, y pude disfrutar de la belleza misma de la ciudad pero engalanada por una invasión de jóvenes peregrinos que se tomaron Madrid y que la infestaron de alegría y la llenaron de esperanza.
Una juventud que llego a 2 millones en la misa de clausura, que se congrego para celebrar un carnaval de Fe, con distintos eventos, como catequesis, santa misa, confesiones, adoración al Santísimo, música y cantos entre otros.
En un bellísimo despliegue de colores se entremezclaron banderas de 200 países con jóvenes portadores, que aunque no hablaban la misma lengua, se unieron en una misma Fe, en un mismo amor, en una sola Iglesia, y proclamaron este mensaje a los cuatro vientos; “Esta es la Juventud del Papa”. Somos la Juventud de Cristo, somos la Juventud de la Iglesia.
A quien no conmueve predicadores como estos? A quien no conmueve un ejemplo de estos de Fe?
Los países por necesidad de paz, crearon las UNO, pero esta ya existía desde más de dos mil años y se hizo realidad en esta JMJ, cuando esta multitud incontable de jóvenes tuvo el valor de proclamar unidos al Santo Padre ese mensaje de esperanza que es la Paz, que solo se puede lograr cuando se pierde la vergüenza de vivir la fe, que con el ejemplo se la predica en la vida diaria del compartir la riqueza de un corazón sano lleno de alegría como lo hicieron estos jóvenes en las calles de Madrid, en un ambiente que invitaba a participar en un festival, en un carnaval en el cual Cristo fue el centro y su amor la música, el mensaje la alegría que llevaron a que este tsunami arrasara Madrid e hiciera pensar y sonreír hasta el más escéptico.
Son momentos en los que la fe se refuerza, pero que implican un reto, y ahora todos nos convertimos en voluntarios de Cristo, voluntarios del amor al servicio de la Iglesia.
Algo que me toco profundamente fueron los jóvenes voluntarios que con sus camisetas verdes se los encontraban por todas partes y que siempre tuvieron la mejor voluntad de ayudar, siempre con una sonrisa no importando lo cansados que estuvieran mostraron una disponibilidad de servicio que hizo que se ganaran mi admiración. Siempre hicieron lo posible para que uno se sintiera en casa.
Fue una experiencia de Amor en alegría con un sacrificio, pues todos buscaban el bien del prójimo y todos celebran esta generosidad, cuando se puso el granito de arena de Amor que cada cual llevo y que hizo de esa semana un evento inolvidable, donde se constato que el Amor y la Fe son posibles cuando escuchando al Santo Padre, nos convocaba a aceptar a Cristo y su cruz.