Lo Que He Visto Y He Oído (26 de Marzo 2009)
Published marzo 26, 2009 | Available In English
A lo largo de los años he escrito en varias ocasiones sobre nuestra obligación de ser más sensibles y estar más atentos a las necesidades de los que tienen discapacidad física; sin embargo, mis esfuerzos también salieron de la perspectiva de alguien que está en buena forma. Mi perspectiva ha cambiado recientemente, lo que puede ser una bendición para mí. Tengo la esperanza de poder compartir esto con el pueblo de esta Iglesia regional.
Hace tres semanas me desgarré el talón de Aquiles jugando racquetball. Voy mejorando y estoy muy agradecido por las cartas simpáticas y las tarjetas muy divertidas que he recibido de la gente. Durante los últimos dos fines de semana he celebrado el Sacramento de la confirmación en ocho parroquias diferentes, y los niños han sido el mejor tónico para mi recuperación. Se reían de mi scooter y me preguntaban cómo me había lesionado.
Uno de los jovencitos que acababa de recibir la confirmación me preguntó: “Arzobispo, ¿va a dejar de jugar racquetball?” ¡Sonaba como un agente enviado por mi madre! Pero a pesar de las sonrisas que ha generado, mi lesión ha cambiado mucho mi forma de ver las cosas.
En el pasado, cuando revisaba y aprobaba los planos para las nuevas iglesias, centros parroquiales y restauración de santuarios, siempre prestaba atención a los diseños desde la perspectiva de una persona que no tenía problemas de movilidad. Rampas y os accesos fáciles de entrada, baños con suficiente espacio para acomodar sillas de ruedas y con barras de apoyo en las paredes eran detalles lindos y útiles. Pero ahora puedo entender que estos detalles representan una necesidad para las personas que precisan de ellos para poder participar en la vida de la parroquia.
La Ley de 1990 para Americanos con Discapacidad constituyó un marco legal en nuestro país para los que tienen necesidades especiales. Pero las iglesias deben ser lugares acogedores y serviciales para estas personas, aún sin los requisitos legales que ahora impone esa ley federal. Cuando diseñamos iglesias y parroquias deberíamos recordar que unas pocas comodidades adicionales harán que sea más fácil que la gente entre a las iglesias y santuarios, y que también puedan realizar algunos de los ministerios en los que ellos deseen participar.
Cuando visito las parroquias con mis muletas y mi scooter, busco rampas en lugar de escalones. Los ascensores son una bendición; lo mismo los baños con puertas anchas. Nunca antes tuve la necesidad de buscar este tipo de servicios; sin embargo, hay personas que siempre deben buscar estas comodidades físicas.
Cuando salía de la Parroquia St. Luke el domingo pasado, comenté bromeando que nunca iba a aprobar otro proyecto para una iglesia o parroquia que no tuviese alguna de estas comodidades. Espero que dentro de varias semanas, cuando esté libre de las muletas y de la scooter, no me olvide de la perspectiva que adquirí gracias a esta lesión.
Si existe alguna ventaja con las lesiones, deben ser pocas; pero la que yo puedo deducir de mi lesión es la experiencia directa de lo que encuentran normalmente las personas con discapacidad en los lugares públicos. He sido saludado con muchos diferentes tipos de gestos amables y comodidades que expresan el respeto que la gente siente por el Arzobispo, y yo se los agradezco profundamente. Sin embargo, espero que todos podamos pensar en las necesidades de los que sobrellevan alguna discapacidad y respondamos a sus necesidades con la misma atención que yo he recibido en las parroquias que he visitado recientemente.