Lo Que He Visto Y He Oído (5 Febrero 2009)
Published febrero 5, 2009 | Available In English
Durante la última semana aproximadamente, visité por lo menos media docena de parroquias en la Arquidiócesis, y en todas escuché la expresión: “Gracias por venir a nuestra parroquia”. Hay un espíritu de bienvenida que emana de nuestras comunidades. Yo creo y pienso que esta actitud no se da meramente con el arzobispo.
Una de las cualidades de vital importancia de la vida parroquial que nuestro estudio estratégico ha remarcado es el espíritu de hospitalidad que la gente necesita encontrar cuando visita una de nuestras comunidades. La bienvenida es un factor muy significativo para estimular la selección de una parroquia en particular como iglesia principal. Cuando la gente es recibida con sinceridad y calidez en la puerta de la iglesia, siente la inclinación de regresar. Desafortunadamente, también se da lo contrario.
La gran mayoría de las llamadas “mega-iglesias” tiene un ministerio de bienvenida bien elaborado que, por lo general, impacta a los visitantes que vienen por primera vez. Se los saluda y hace honor como invitados, y generalmente se los contacta si no regresan. Todos podemos aprender algo de este gesto importante de brindar la bienvenida que servirá para todas nuestras parroquias. Necesitamos recordar que la hospitalidad sureña es una gracia que se ha perfeccionado tanto en esta región que por todos lados se comenta sobre ella. La hospitalidad también es una característica de las comunidades de iglesia más exitosas. Los que saludan y los acomodadores, que reciben cálidamente a la gente en la iglesia, dejan una impresión favorable en los visitantes que vienen por primera vez.
Como arzobispo, me siento honrado cuando la gente me agradece por visitar sus comunidades. Esas visitas son una dimensión importante y necesaria de mi servicio como pastor de esta iglesia regional. Y en estas expresiones de salutación hay un elemento de bienvenida que hace que mi visita sea mucho más gratificante personalmente.
Todos sabemos lo que se siente cuando somos recibidos y se nos da la bienvenida en la casa de un amigo o un vecino. ¡Cuánto más importante es entonces para un recién llegado que sea recibido en la casa de la Iglesia! Indudablemente esto es además un indicio de que nos gustaría que regresa y se hiciera miembro fijo de la familia de fe.
A veces algunas parroquias incluso invitan a todos sus visitantes a ponerse de pie en la misa y que se los reconozca en público. Cualquiera sea el método empleado para que los invitados se sientan bien recibidos y en su casa, las consecuencias son importantes ya que los recién llegados ocupan un lugar junto a la mesa del Señor y enriquecen a toda la comunidad con su presencia.