Lo Que He Visto Y He Oído (15 Enero 2009)
Published enero 15, 2009 | Available In English
La semana pasada pasé bastante tiempo con pequeños de 2 y 3 años y con sus padres. Tuve el placer de cenar con una familia y su hijito de dos años, que sin duda era el centro del universo de esos padres. Su padre, que tiene amplios conocimientos de ciencia, le estaba enseñando a repetir fórmulas de física, y era graciosísimo escuchar a un pequeñito repetir algunos de los grandes descubrimientos científicos, reproduciendo sólo las palabras sin darse cuenta del significado profundo de las mismas.
Los niños aprenden todo tipo de palabras mucho antes de comprender el significado más concreto de las mismas. Los padres saben que los niños son como las esponjas e imitan fácilmente todas las palabras que escuchan—incluso palabras que sus padres preferirían que no hubiesen escuchado y que, por supuesto, no repitan.
Esta naturaleza de repetir de los niños es lo que les permite comenzar a aprender a rezar. Los niños imitan las palabras que dicen sus padres y, para la mayoría de ellos, el significado más concreto de las mismas llegará más tarde.
El domingo pasado bauticé a tres bebés que eran los nietos números 9, 10 y 11 de una pareja que he conocido durante toda mi vida de sacerdote. Yo me encontraba en la Arquidiócesis de Washington y esta familia vive allí ahora. El Día del Bautismo del Señor fue el momento perfecto para que les hiciera una visita de un día y celebrarse este momento sacramental especial en la vida de esta maravillosa familia.
Uno de los padres de los bebés hizo una recepción en su casa luego de la ceremonia del bautismo. La casa estaba repleta de pequeños que se mezclaban libremente entre los adultos (a quienes ignoraban) que celebraban la alegría de este triple bautismo. Los pequeños oían las carcajadas, las bromas, y la charla feliz que llenaban la casa, y cuando hicimos la oración antes de comer, guardaron silencio. Algunos de ellos estaban aprendiendo a hacer la señal de la cruz; la hicieron con un poco de ayuda de sus padres, tíos y, por supuesto, abuelos orgullosos.
Se les debe enseñar a rezar a los niños. La habilidad para usar las palabras y actuar según ellas ocurre mucho antes de que los niños se den cuenta del significado en sus oraciones. Los padres son los primeros maestros de sus hijos en temas de fe (así lo declara el ritual), y como todas las otras cosas que enseñan a sus hijos, la mejor forma de hacerlo es siempre a través de su propio ejemplo, bueno y constante.
Fue para mí una bendición el tiempo que pasé con los pequeños la semana pasada porque me hizo recordar cuánto depende la Iglesia de los testigos de fe que los niños ven en sus hogares y en la vida de sus padres. ¡Que todos los padres se conviertan en los mejores maestros posibles para el bien de sus hijos y del Reino de Dios!