Convirtiéndonos en mejores compañeros de Cristo
By OBISPO BERNARD E. SHLESINGER III | Published noviembre 29, 2022 | Available In English
Recientemente asistí a un retiro en silencio dirigido de ocho días para discernir más profundamente el camino que el Señor me está indicando seguir como obispo. Tan pronto como comencé mi retiro, rápidamente me di cuenta de que Jesús solo me estaba pidiendo una cosa. No me estaba solicitando que tuviera éxito en el futuro o que aprendiera a resolver mejor los problemas, sino que simplemente me estaba invitando a estar con él como su compañero.
En el transcurso del retiro, sentí que podía volver a dejar ir la vida para encontrar de nuevo mi vida en él. Jesús respondió a mi alma cansada invitándome a verme a mí mismo desde su perspectiva amorosa en lugar de llevar la carga de mi puesto y evaluar si él estaba satisfecho con mi desempeño. Redescubrí que ser un obispo y discípulo lleno de alegría significaba simplemente convertirme en un mejor compañero de Cristo.
Durante el retiro, sabía que no estaba exento de mis responsabilidades como obispo y que no me estaba librando de los problemas del mundo porque aún estarían esperándome al final de los ocho días de silencio. Mi director espiritual me recordaba constantemente que yo no estaba llamado a “lograr” algo en el retiro sino a “recibir” si simplemente podía permanecer con él.
Durante este ejercicio, en mis períodos de meditación, a menudo recordaba la imagen de San Juan apoyado en el pecho de Jesús en la Última Cena. En esta imagen, los ojos de Juan están cerrados y los de Jesús abiertos. Pensaba en lo bien que estaría si pudiera cerrar los ojos ante los problemas que a veces enfrento, sabiendo que Jesús también los ve. Más aún, que podría estar mejor si pudiera obtener valor del saber que él tiene el poder sobre ellos mientas descanso junto a su corazón. En mis oraciones se repetía el siguiente mensaje: Como su discípulo, no estoy llamado a solucionar problemas sino a proclamar su amor como su compañero.
A medida que se acercaba el final de mi retiro, sabía que volvería a un mundo que aún no había cambiado drásticamente. Sí, me enteraría de las ultimas victorias y derrotas en los deportes, de los acontecimientos con los candidatos electorales y las noticias del sufrimiento de la guerra en Ucrania, solo por nombrar algunos de los sucesos que estaban ocurriendo cuando comencé mi retiro.
Sabía que una vez que volviera al mundo aún sentiría una rabia inmensa por la injusticia y la falta de respeto por la dignidad del ser humano, por la voz de la elección personal que ahoga el grito silencioso por la vida y el amor de los que no han nacido. Sí, sabía que tenía mucho trabajo por hacer. Sin embargo, estaba agradecido con Dios por haber trasformado a este obispo para hacer el trabajo. Ahora que comenzamos la temporada de Adviento, recordemos esto: Mientras deseamos con ansias su llegada a este mundo, no nos olvidemos de ser sus compañeros en la vida.