Agradezcamos todos a nuestro Dios
By ARZOBISPO GREGORY HARTMAYER,OFM Conv. | Published noviembre 23, 2021 | Available In English
El 3 de octubre de 1863, el Presidente Abraham Lincoln, cansado por una sangrienta Guerra Civil que amenazaba con destruir la Unión y el futuro mismo del Sueño Americano, proclamó un Día de Acción de Gracias nacional. Lo hizo con el corazón algo afligidos, recordándole a los estadunidenses que esta gran tierra, incluso cuando estaba en guerra consigo misma, tenía mucho que agradecer. Lincoln creía que las expresiones apropiadas de agradecimiento por la belleza y la gran abundancia de la nación recién emergente debían dirigirse al Todopoderoso.
Dijo: “El año que está llegando a su fin ha estado pleno de bendiciones con fértiles campos y benéficos cielos. A estos bienes, que tan constantemente disfrutamos por lo que somos propensos a olvidar la fuente de la que vienen, se han sumado otros que son de una naturaleza tan extraordinaria que inevitablemente penetran y suavizan incluso el corazón habitualmente insensible a la siempre vigilante providencia de Dios Todopoderoso”.
La idea de un día reservado y celebrado por la nación en su conjunto y llamado Acción de Gracias continúa siendo una fuerza poderosa incluso durante estos tiempos de pluralidad religiosa y secularismo extremo. Desde su inicio, el Día de Acción de Gracias fue reservado tanto por el Presidente Lincoln como por el Congreso de los Estados Unidos para que todos los estadounidenses pudieran reunirse a su manera para orar y agradecer a Dios por las muchas bendiciones otorgadas a esta gran nación y a cada uno de nosotros.
Estados Unidos es un país de inmigrantes. Todos podemos rastrear nuestras raíces ancestrales a otra orilla, a otro tiempo y a otro lugar y país. Se cree que incluso los primeros estadounidenses llegaron a esta magnífica tierra a través de una conexión terrestre desde Asia.
Los peregrinos huían de la persecución religiosa en Europa. Cientos de personas llegaron a Estados Unidos desde países extranjeros en busca de una vida mejor y la esperanza de un mañana prospero. Somos una nación de inmigrantes, algunos de quienes fueron forzados como esclavos, así que hemos tenido que aprender a vivir juntos en armonía. Esto no ha sido tan sencillo, pero como pueblo trabajamos duro en ello. Seguimos esforzándonos por ser tolerantes y respetuosos con la herencia y las diferencias culturales y religiosas de los demás. En el gran experimento estadounidense de la democracia, un experimento que el Presidente Abraham Lincoln vivió con tanto éxito y, sin embargo, dolorosamente, hemos tenido que aprender a ser tolerantes, al igual que él.
Si bien nuestra celebración del Día de Acción de Gracias de este año continúa viéndose afectada por los efectos de la pandemia del COVID-19, las circunstancias que enfrentamos hoy son bastante similares a las de 1863, cuando el Presidente Abraham Lincoln estableció el Día de Acción de Gracias como fiesta nacional en medio de la Guerra Civil. Hoy, nuestra nación está nuevamente dividida. Estamos experimentando la pérdida de vidas a gran escala, tal como lo hizo el pueblo estadounidense en ese entonces. Sin embargo, en medio de los desafíos que enfrentó nuestra nación en esos días, el Presidente Lincoln convocó al pueblo para agradecer a Dios por sus bendiciones, ofrecer penitencia por aquellos que estaban sufriendo y pedir a Dios que sanara las heridas de nuestra nación y restaurara la paz, la armonía y la unidad.
Quizás las palabras del Presidente Lincoln podrían inspirarnos este año y proporcionarnos una guía sobre cómo podríamos celebrar el Día de Acción de Gracias arraigados en la gratitud, el autosacrificio y la petición a Dios. Empecemos con la gratitud. Practicar la gratitud es la clave para expandir nuestro viaje espiritual de oración e intimidad con Dios. La acción de gracias es esencial para la vida de un cristiano. Dar gracias es darnos a nosotros mismos, es poner nuestra gratitud en acción.
La Eucaristía es el momento culmen de acción de gracias, cuando realmente experimentamos de manera real la presencia de Dios y Jesús dentro de nosotros. La pandemia hizo que fuera muy difícil que las personas estuvieran físicamente presentes en la Misa y recibieran la Sagrada Comunión. Perder la Eucaristía nos ha hecho apreciar el gran regalo que tenemos en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, el cual se ofrece en cada Misa. Quienes asisten a la Misa pueden reflexionar sobre aquello por lo que están agradecidos cada vez que están allí. Al salir de la Misa, estamos llamados a llevar ese agradecimiento a donde quiera que vayamos.
Siempre hay alguien y alguna bendición por la que estar agradecidos, incluso en medio de una pandemia, ya sea por nuestra propia salud, un trabajo estable o nuestra capacidad para conectarnos virtualmente con seres queridos. En este Día de Acción de Gracias, tómense un tiempo para reflexionar sobre las formas en que Dios los está bendiciendo durante estos tiempos difíciles. Nuestra gratitud nos permite ver más allá de nosotros mismos y darnos cuenta de nuestra conexión con la humanidad. A esta conexión la llamamos solidaridad. Dicho concepto está basado en la verdad de que es más lo que tenemos en común que lo que nos divide.
El Papa Francisco escribió en su encíclica reciente, “Fratelli Tutti” (“Sobre la fraternidad y la amistad social”), “Solidaridad… es una palabra que expresa mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad”.
Para que todos podamos superar la pandemia y los muchos otros desafíos en nuestra nación, debemos reconocer que nuestras acciones impactan a cada miembro en nuestras comunidades. Solidaridad significa hacer sacrificios mutuos ahora por un bien mayor en el futuro. Solidaridad significa que vemos a cada persona como nuestro prójimo con su dignidad porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Así que este año, como parte de nuestro Día de Acción de Gracias, espero que cada uno de nosotros se sacrifique por el bien de los demás.
Cuántas veces hemos escuchado la expresión “¡Ofrézcalo!” Cualesquiera que sean los sacrificios que hagamos, ¡ofrezcámoslos! Ofrezcámoslos por nuestros trabajadores de la salud que luchan contra este virus en primera línea. Ofrezcámoslos por las personas que están en camas de hospitales luchando por sobrevivir. Ofrezcámoslos por aquellos que han perdido un trabajo o una casa o especialmente a un ser querido debido al COVID-19.
Finalmente, hermanos, tomen un tiempo en este Día de Acción de Gracias para pedir que la misericordia de Dios venga sobre todos nosotros. Alabemos a Dios por la unidad y la diversidad que experimentamos en esta gran nación. Que el sueño americano de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad se convierta en una realidad para todos. Conscientes del impacto del COVID-19, pidamos a Dios que ponga fin a esta pandemia y al sufrimiento que tanta gente está experimentando como resultado de esta. Oremos para que Dios traiga sanidad, física, emocional, mental y espiritualmente, a nuestra nación. Pidámosle a Dios que restaure la paz, la armonía y la unidad en nuestros corazones, en nuestros hogares y en nuestras comunidades.
¡Que Dios los bendiga abundantemente en este Día de Acción de Gracias! ¡Pax et bonum! ¡Paz y bien!