Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Photo By Michael Alexander
Sisters of Mercy Peggy Fannon, left, advises John Carr in his room at Emory Saint Joseph's Hospital, Atlanta. Sister Peggy is a registered nurse and education specialist, who is certified as a diabetes educator. This April marks her 45th year at the hospital. Sister Peggy, who was raised in Atlanta, is also a graduate of Our Lady of the Assumption School and St. Pius X High School.

Atlanta

Carisma de hermanas crea cultura de servicio en hospital

By PRISCILLA GREEAR, Especial para el boletín | Published marzo 8, 2018  | Available In English

ATLANTA—La Hermana Peggy Fannon, RSM, quien ha sido enfermera por 50 años, ha vivido su vocación junto a las camas de pacientes que enfrentan quemaduras severas, cáncer y otras condiciones críticas.

A medida que la Semana Nacional de las Hermanas Católicas reconoce la labor de las mujeres religiosas, la Hermana de la Misericordia se siente privilegiada de haber asistido a la escuela de enfermería y servido 45 años en el Hospital de San José del Sistema de Salud de Emory. Su orden fundó el hospital en 1880, el cual se convirtió en la primera enfermería de Atlanta después de la Guerra Civil.

“A lo largo de mi vida he visto hermanas en el área administrativa de San José que han hecho grandes cosas” y tomado decisiones de salud progresistas, dijo. “Siempre he disfrutado mi trabajo en San José y he tenido muchas oportunidades de expandir mi carrera de enfermería y de ampliar mis conocimientos”.

Desde la década de 1960, ella ha tomado inspiración del excelente liderazgo de sus compañeras hermanas de la misericordia, comenzando por la Hermana Melanie Courtenay, directora ejecutiva, quien integró discretamente el hospital, y la Hermana Mary Brian Anderson, también directora ejecutiva, quien dirigió los esfuerzos de reubicación del hospital del centro de la ciudad al norte de Atlanta en la década de 1970. La Hermana Jane Gerety, vicepresidenta senior de patrocinio fue “instrumental” en el establecimiento de los Servicios de Mercy Care (Cuidados Misericordiosos) para los indigentes, los cuales comenzaron con las hermanas mayores proporcionando alimentos y ropa a los pobres en la sala de emergencias del centro de la ciudad. Luego en la década de 1980, el personal “cargaba cajas con medicamentos, monitores para la presión arterial y estetoscopios, y nosotras nos dirigíamos a diferentes albergues después del trabajo”.

En cuanto a su propia carrera, la Hermana Peggy decidió ser enfermera a los 4 años después de una visita al hospital. Más tarde su familia se mudó a Atlanta desde Ohio. Asistió a la escuela de Our Lady of the Assumption, a la secundaria de St. Pius X y a la escuela de enfermería de San José, donde en ese entonces las hermanas servían en cada piso. Su padre murió cuando ella tenía 19 años, y su madre cuando ella tenía 23, lo cual profundizó la empatía de la Hermana Peggy por el sufrimiento y la llevó a asumir la responsabilidad de criar a sus hermanos menores. Durante el comienzo de su carrera, la hermana oró profundamente y discernió el llamado religioso, sintiendo que su trabajo ya era un ministerio.

“Sé que Dios siempre ha sido parte de mi vida”, dijo. “Siempre ha sido una gran bendición para mí y sin duda un honor, ser parte de la vida de las personas en su estado más vulnerable… y estar con las familias, ayudar a apoyar y cuidar de estas personas y simplemente estar allí cuando no hay nada más que se pueda hacer”.

En el liderazgo senior del hospital, la Hermana Elizabeth Rosemary Smith, una Hermana de la Caridad de 57 años, sirve como directora oficial de la misión y se asegura de que el legado de Mercy continúe vivo en el único hospital de Atlanta basado en la fe, posición que se ha hecho mucho más crítica desde su asociación con el Sistema de Salud de Emory en 2012.

“Yo apoyo, ayudar a mantenernos en el camino si las hermanas tienen motivos para estarlo. Tenemos muchos líderes maravillosos… ellos trabajan duro para que nuestra misión permanezca vital y están muy familiarizados con nuestro legado”, dijo la Hermana Rosemary. “Necesitamos ser intencionales al asegúranos de que todos comprendan las razones subyacentes y por qué este es un lugar tan bueno para estar. Quiero estar aquí y ayudarlos a crear conexiones entre lo que es la base del cuidado médico católico y lo que ellos hacen diariamente. Es el compromiso de cuidar a las personas a través del servicio amoroso”.

La Hermana Rosemary creció en New Jersey y anteriormente sirvió como vicepresidenta senior de patrocinio del Sistema de Salud Bon Secours, un sistema hospitalario con sede en Maryland.

“Es un ministerio vital de la Iglesia, y estoy feliz de poder contribuir a él de alguna manera. “Porque los hospitales son tan grandes que a menudo las diócesis no los ven como parte de su trabajo”, dijo. En cuanto a Atlanta “es una Iglesia vibrante, una Iglesia creciente. En la arquidiócesis tenemos un liderazgo maravilloso que hace que trabajar con ellos sea muy sencillo, y ese no siempre es el caso”.

A través de su carrera ella ha aplicado alegremente sus habilidades en diferentes áreas, sirviendo en el personal diocesano, como líder congregacional y en seminarios.

“He hecho muchas cosas diferentes en mi vida y cada una es un nuevo comienzo, una nueva oportunidad, una nueva forma de servir, y estoy feliz de poder hacerlo como Hermana de la Caridad. Estamos comprometidas al servicio de los pobres, a la enseñanza y a cuidar a los enfermos, al igual que las Hermanas de la Misericordia, así que esto es ideal para mí. Mi propia congregación tiene hospitales, escuelas, colegios y agencias de servicio social principalmente en New Jersey”, mencionó. “Lo que soy, porque soy una Hermana de la Caridad, es parte de todo lo que hago”.

Todavía en contacto directo con los pacientes, la Hermana Peggy les proporciona educación y los ayuda a mejorar su calidad de vida. Recordó haber estado con un hombre diabético que le dijo que “cada hospital necesita una Hermana Peggy”. También visitó varias veces a un hombre que tenía una enfermedad pulmonar y después le pidieron que orara con él junto a su esposa. Meses después el hombre le comentó que se había vuelto a conectar con su fe Bautista. Sin buscar hacer proselitismo ni convertir, “yo simplemente fui ese oído. Su familia estaba encantada. Ellos dijeron que fue por mí”, dijo la Hermana Peggy. “El espíritu de cuidado está vivito y coleando y los pacientes me lo dicen todos los días; aquí hay un ambiente diferente”.