Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

‘Ellos traen muchas bendiciones’

By MARIE F. MARQUARDT, PH.D., Especial para el boletín | Published abril 20, 2017  | Available In English

“Estoy sediento”.

Cuando Jesús pronunció estas palabras desde la cruz, articuló uno de los misterios más profundos de nuestra fe. Sus palabras nos recuerdan que él era tan humano como divino. Jesús fue engendrado, padeció hambre y sed y estuvo involucrado en relaciones concretas caracterizadas por amor profundo.

En el relato de Juan sobre la crucifixión, Jesús, antes de anunciar su sed, buscó a su madre y a su discípulo entre la multitud a sus pies. “Madre, ahí tienes a tu hijo”, le dijo a su madre. “Hijo, ahí tienes a tu madre”, le dijo a su discípulo. Incluso durante su sufrimiento en la cruz, Jesús se aseguró de que el vínculo entre aquellos por quienes se preocupaba profundamente estuviera sellado. Quería lo que muchos hijos quieren para sus madres: que sus necesidades físicas estén satisfechas y que tengan un hogar.

Durante su ministerio público, Jesús no simplemente sintió sed; él pidió a sus seguidores que saciaran la sed de otros. Jesús no solo se involucró en las relaciones humanas, sino que le pidió a sus discípulos que se relacionaran con otros, para servirles, para acoger al extraño y responder a sus necesidades.

Por más de seis años, he tenido la gran bendición de participar en la labor de El Refugio, un ministerio de acogida en el sudoeste de Georgia. Cada fin de semana, nuestros voluntarios buscan saciar la sed de Jesús, la cual se manifiesta a través de la vida de personas que muchos ven como extraños. Abrimos las puertas de nuestro humilde albergue a las familias de los inmigrantes detenidos en el Stewart Detention Center. También traemos voluntarios de iglesias, escuelas y organizaciones comunitarias para visitar a aquellos inmigrantes detenidos que no tienen quien los visite. Cuando hacemos estas cosas, nuestra misión es simple: responder al llamado de Jesús en Mateo 25. Ponemos en práctica nuestra lealtad recibiendo al forastero, visitando al prisionero, dando comida al hambriento y ofreciendo de beber al sediento. En El Refugio, creemos que cuando damos la bienvenida al extranjero y visitamos al prisionero, estamos recibiendo y visitando a Cristo (Mt 25:37-40).

Cuando escucho las palabras de Jesús a través del Evangelio de Juan el Viernes Santo, reflexiono sobre la tenacidad de aquellos a quienes servimos. Cada fin de semana, recibimos en nuestro albergue a familias que atraviesan por dificultades emocionales y financieras porque uno de sus miembros, generalmente el padre y principal proveedor de la familia, fue detenido por inmigración. Estas familias tienen mucho que temer: la posibilidad de perder sus viviendas o negocios; la probabilidad de que su ser querido sufrirá durante una larga detención seguida de un desgarrador proceso de deportación; la realidad de que serán forzados a elegir entre vivir aparte, en muchos casos por una década o más, o tendrán que trasladar a su familia a lugares donde el trabajo es escaso y la economía depende bastante del dinero que los migrantes envían a casa. Algunos también tienen que temer a la violencia extrema que enfrentarán durante este viaje y al riesgo de regresar a comunidades destrozadas por la guerra.

Esto es lo que me asombra, una y otra vez, la mayoría de las familias que recibimos en El Refugio: eligen el amor. En medio de tanta incertidumbre sobre su futuro y con un sinnúmero de razones para tener miedo, ellos eligen no dejarse llevar por el temor sino ser movidos a actuar por amor. Los niños visitan a sus padres, sonríen y presionan sus manos contra el cristal que separa a los detenidos del mundo exterior en la pequeña área de visitantes; las madres se paran en nuestra cocina y esperan ansiosamente las llamadas de sus hijos, y luego susurran en el teléfono que todo saldrá bien. Estas familias encuentran valor. Hacen planes para un futuro casi imposible; buscan maneras de permanecer unidos. Y luego, a pesar de todo, al atardecer se reúnen alrededor de la mesa con nosotros, sus anfitriones, y expresan su gratitud.

Muchas veces en nuestro albergue, he recibido las bendiciones provenientes de las oraciones de las madres, hijas, esposas y hermanas de estos detenidos. Con frecuencia, me he sentado tras el cristal en el área de visitas frente a un inmigrante detenido que ha inclinado su cabeza y ofrecido una oración por mí y por mi familia. Ellos oran por nosotros y nos llenan de bendiciones.

Si de hecho, encontramos a Cristo en aquellos cuya sed física buscamos saciar en El Refugio, y en los hombres detenidos con los cuales forjamos amistades dentro de las paredes del centro de detención, ¿qué es lo que Cristo nos revela en estos encuentros?

Creo que él se revela a sí mismo, en toda su gloria divina y que revela el poder de su amor por todos nosotros. Cristo sufrió y tuvo sed hasta su muerte; pero en medio de todo, hizo una pausa para demostrar su profunda preocupación por el bienestar físico y emocional de su madre, a quien amaba profundamente—con ese mismo amor que hoy trasciende hasta cada uno de nosotros. Él era completamente humano, así como completamente divino y pudo haberse dejado abatir por el temor, pero en su lugar, actuó con el amor más profundo y generoso.

“No hay temor en el amor, ya que el amor perfecto expulsa el temor porque involucra el castigo. El que teme no ha aprendido a amar perfectamente. Amemos, pues, nosotros, porque él nos amó primero”. (1 Jn 4:18-21).

Este domingo de Pascua, a medida que observo la resurrección de Cristo, mis plegarias fervientes son que Dios nos llene de valor para expulsar el temor y seguir el ejemplo amoroso de Jesús. Ruego para que escuchemos su llamado a recibir y a abrir nuestros corazones y nuestros hogares llenándolos de amor por el Cristo que habita entre nosotros hoy.


Marie F. Marquardt, Ph.D., es una erudita en residencia de Candler School of Theology en Emory University, Atlanta. Sus escritos sobre temas de religión e inmigración han sido ampliamente publicados. Además de su trabajo académico, Marquardt escribe obras de ficción para adultos jóvenes. Su novela más reciente, “The Radius of Us”, fue publicada por St. Martin’s Press en enero. Marquardt, se desempeña actualmente como presidente del Ministerio de El Refugio y también sirve en la junta de Aquinas Center of Theology en Emory. Ella y su familia asisten a St. Thomas More Church en Decatur.